El papel de Cristo Jesús como Redentor

La información precedente sienta la base para entender el rescate provisto para la humanidad por medio de Cristo Jesús, el Hijo de Dios. La humanidad precisaba un rescate debido a la rebelión de Edén. Adán se vendió a hacer el mal por el placer egoísta de seguir disfrutando de la compañía de su esposa, que se había convertido en una pecadora, de modo que compartió con ella la misma condición de condenado ante Dios. Por esta acción, se vendió a sí mismo, así como a sus descendientes, a la esclavitud al pecado y a la muerte, el precio que requería la justicia de Dios. (Ro 5:12-19; compárese con Ro 7:14-25.) Adán perdió la valiosa posesión de la perfección tanto para él como para toda su prole.

Según la Ley, que contenía “una sombra de las buenas cosas por venir”, debían hacerse sacrificios de animales para cubrir los pecados. Sin embargo, esta cubierta era simbólica o de muestra, ya que tales animales eran inferiores al hombre; por eso, como dice el apóstol, “no es posible que la sangre de toros y de machos cabríos quite [realmente] los pecados”. (Heb 10:1-4.) Aquellos sacrificios de animales tenían que ser sin tacha, especímenes perfectos. (Le 22:21.) Por consiguiente, el verdadero sacrificio de rescate, un ser humano que realmente pudiese quitar los pecados, también tenía que ser perfecto, sin tacha. Debía corresponder con el perfecto Adán y tener perfección humana para poder pagar el precio de rescate que liberase a la prole de Adán de la deuda, la incapacidad y la esclavitud a la que los vendió su primer padre, Adán. (Compárese con Ro 7:14; Sl 51:5.) Solo de este modo podría satisfacerse la justicia perfecta de Dios, que requiere igual por igual: “alma por alma”. (Éx 21:23-25; Dt 19:21.)

La estricta justicia de Dios hacía imposible que la humanidad suministrara su propio redentor. (Sl 49:6-9.) No obstante, este hecho enalteció el amor y la misericordia de Dios, pues satisfizo sus propios requisitos a un coste enorme para Él, al dar la vida de su propio Hijo para proveer el precio de redención. (Ro 5:6-8.) A tal fin, fue preciso que su Hijo se hiciese hombre para corresponder con el perfecto Adán. Dios lo hizo posible al transferir la vida de su Hijo del cielo a la matriz de la virgen judía María. (Lu 1:26-37; Jn 1:14.) Puesto que Jesús no debía su vida a ningún padre humano que descendiera del pecador Adán, y, además, el espíritu santo de Dios ‘cubrió con su sombra’ a María, seguramente desde la concepción hasta el nacimiento de Jesús, este nació libre de toda herencia de pecado o imperfección, como si fuese “un cordero sin tacha e inmaculado” cuya sangre podría ser un sacrificio aceptable. (Lu 1:35; Jn 1:29; 1Pe 1:18, 19.) Se mantuvo libre de pecado durante toda su vida, por lo que no se le descalificó. (Heb 4:15; 7:26; 1Pe 2:22.) Como ‘partícipe de sangre y carne’, era un pariente próximo de la humanidad y tenía el precio con el que recomprarla o emanciparla: su propia vida perfecta mantenida pura a través de pruebas de integridad. (Heb 2:14, 15.)

Las Escrituras Griegas Cristianas hacen patente que la liberación del pecado y la muerte depende en realidad del pago de un precio. Se dice que los cristianos son “comprados por precio” (1Co 6:20;7:23) y tienen un “dueño que los compró” (2Pe 2:1), y se presenta a Jesús como el Cordero que ‘fue degollado y con su sangre compró para Dios personas de toda tribu, lengua y nación’. (Rev 5:9.) En estos textos se utiliza el verbo a·go·rá·zō, que significa simplemente “comprar en el mercado (a·go·rá)”. Pablo usa un término de la misma familia, e·xa·go·rá·zō (liberar por compra), al mostrar que Cristo liberó “por compra a los que se hallaban bajo ley” mediante su muerte en el madero. (Gál 4:5; 3:13.) Pero la idea de redención rescate se expresa con más frecuencia y de manera más plena con la palabra griega lý·tron y otros términos de la misma familia.

Los escritores griegos usaban el vocablo lý·tron (del verbo lý·ō, que significa “desatar”) especialmente para referirse a un precio pagado para rescatar prisioneros de guerra o liberar a los que estaban en cautiverio o esclavitud. (Compárese con Heb 11:35.) Las dos veces que se utiliza en las Escrituras se refiere a que Cristo da “su alma en rescate en cambio por muchos”. (Mt 20:28; Mr 10:45.) Otro término de la misma familia, an·tí·ly·tron, aparece en 1 Timoteo 2:6. La obra Greek and English Lexicon to the New Testament (de Parkhurst, Londres, 1845, pág. 47) explica que significa “rescate, precio de redención o, más bien, rescate correspondiente”. También cita las siguientes palabras de Hiperio: “En sentido estricto, significa el precio por el que se redimen los cautivos del enemigo; también, la clase de canje en el que la vida de uno se redime con la vida de otro”. Y concluye diciendo: “Así que Aristóteles emplea el verbo [an·ti·ly·tró·ō] en el sentido de redimir vida por vida”. De modo que Cristo “se dio a sí mismo como rescate correspondiente por todos”. (1Ti 2:5, 6.) Otras palabras de la misma familia son ly·tró·o·mai, “liberar por rescate” (Tit 2:14; 1Pe 1:18, 19), y a·po·lý·trō·sis, “liberación por rescate”. (Ef 1:7, 14; Col 1:14.) Es evidente la similitud que existe entre el uso de estas palabras y el de los términos hebreos examinados. Dichos términos no designan una compra o liberación ordinaria, sino una redención o rescate, una liberación efectuada por el pago de un precio correspondiente.

Aunque el sacrificio de rescate de Cristo está disponible a todos, no todos lo aceptan, por lo que “la ira de Dios permanece” sobre ellos, así como sobre los que lo aceptan y luego lo rechazan. (Jn 3:36; Heb 10:26-29; contrástense con Ro 5:9, 10.) Estos no consiguen liberación de la esclavitud a los reyes Pecado y Muerte. (Ro 5:21.) La Ley no contemplaba rescate alguno para el homicida deliberado. Por su proceder voluntarioso, Adán trajo la muerte a toda la humanidad, de modo que fue un homicida. (Ro 5:12.) Por consiguiente, Dios no acepta como rescate por el pecador Adán la vida que Jesús sacrificó.

No obstante, Dios se complace en aprobar la aplicación del rescate para redimir a los hijos de Adán que se valen de tal liberación. Pablo declara: “Como mediante la desobediencia del solo hombre muchos fueron constituidos pecadores, así mismo, también, mediante la obediencia de la sola persona muchos serán constituidos justos”. (Ro 5:18, 19.) Cuando Adán pecó y fue sentenciado a muerte, su prole o descendencia todavía estaba por nacer, ‘en sus lomos’, y, por lo tanto, todos murieron con él. (Compárese con Heb 7:4-10.) Jesús, como hombre perfecto, “el último Adán” (1Co 15:45), era el único ser humano capaz de suministrar el precio de redención de la descendencia o prole por nacer de Adán. Jesús se ofreció voluntariamente para morir en inocencia como sacrificio humano perfecto, en armonía con la voluntad de Jehová. (Heb 10:5.) Jesús se valdrá de la autoridad concedida por Jehová en virtud de su rescate, para dar vida a todos los que aceptan esta provisión. (1Co 15:45; compárese con Ro 5:15-17.)

Jesús fue en verdad un “rescate correspondiente”, no para redimir al pecador Adán, sino para redimir a toda la humanidad descendiente de él. Al presentar el valor completo de su sacrificio de rescate al Dios de justicia absoluta en el cielo, recompró a los seres humanos para que pudieran llegar a ser su familia. (Heb 9:24.) De esta manera consigue una novia, una congregación celestial de seguidores suyos. (Compárese con Ef 5:23-27;Rev 1:5, 6; 5:9, 10; 14:3, 4.) Las profecías mesiánicas también muestran que tendrá “prole” como “Padre Eterno”. (Isa 53:10-12; 9:6, 7.) Para ser un “Padre Eterno”, su rescate tiene que abarcar a otras personas aparte de los que componen su “novia”. Por lo tanto, además de estos que han sido “comprados de entre la humanidad como primicias” para formar esa congregación celestial, otros han de beneficiarse de su sacrificio de rescate y conseguir vida eterna por medio de la eliminación de sus pecados y la imperfección. (Rev 14:4; 1Jn 2:1, 2.) Como los de la congregación celestial son sacerdotes con Cristo y “han de reinar sobre la tierra”, los demás que también se benefician del rescate deben ser súbditos terrestres del reino de Cristo, y como son hijos de un “Padre Eterno”, consiguen la vida eterna. (Rev 5:10; 20:6; 21:2-4, 9, 10; 22:17; compárese con Sl 103:2-5.) En conclusión, el rescate manifiesta en todos sus aspectos la sabiduría y justicia de Jehová, al equilibrar de manera perfecta la balanza de la justicia y al mismo tiempo mostrar bondad inmerecida y perdonar los pecados. (Ro 3:21-26.)